
La explosión del coche bomba en Coahuayana desató una discusión necesaria: el uso indiscriminado del término “terrorismo”.
El secretario de Seguridad aclaró que el ataque no responde a fines políticos o ideológicos, sino a la expansión de economías criminales en una región disputada por células del CJNG, Cártel de Tepalcatepec y Cárteles Unidos.
En su explicación, recordó que el terrorismo exige la imposición de una causa; aquí, en cambio, se trata de grupos que buscan controlar trasiego, extorsión y territorio. La agresión replica patrones previos: ataques contra policías comunitarias, tráfico de armas y presiones locales que llevan años sin resolverse.
La investigación quedó en manos de FEMDO por tratarse de delitos armados, un recordatorio de que la violencia organizada no necesita discursos: basta la ambición de dominio para incendiar una comunidad.
