0
0
La harina de trigo ha sido fundamental para la panificación en México, proporcionando la elasticidad y la estructura necesarias para la elaboración de panes esponjosos.
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Molinera de Trigo (Canimolt), la producción de harina de trigo alcanzó aproximadamente 5.4 millones de toneladas en 2021, reafirmando su papel dominante en la industria panadera nacional.
Sin embargo, la producción de trigo en grano se ubicó en 3.47 millones de toneladas métricas en 2023, lo que representa una leve disminución con respecto al año anterior (Statista, 2024).
La reducción en la producción de trigo, sumada al crecimiento de la demanda, ha impulsado un aumento en las importaciones, así como la exploración de harinas alternativas.
A nivel mundial, esas harinas están ganando popularidad impulsadas por tendencias de salud y sostenibilidad; se estima que el mercado de harinas alternativas crecerá a una tasa anual del 4.2 % hasta 2026.
Opciones como la harina de garbanzo, rica en proteínas y fibra, y la harina de quinoa, que presenta un perfil nutricional completo, están ganando terreno.
Se espera que la demanda de harina de garbanzo crezca 5.6 % anual, mientras que el mercado de harina de quinoa se valoró en 540 millones de dólares en 2024, con un incremento proyectado del 6.5 % anual.
Además, harinas como la de cebada y la de avena, conocidas por sus beneficios para la salud, están siendo cada vez más consideradas por la industria panadera local.
La producción de cebada en México se estimó en 1.2 millones de toneladas en 2023 (SIAP-SADER, 2023), y el consumo de harina de avena ha crecido 8 % anual desde 2020.
Ante ello, la industria panadera en México se adapta a nuevas tendencias, diversificando sus fuentes de materia prima y respondiendo a la demanda de productos más nutritivos y respetuosos con el medio ambiente.
