
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, inició su participación en la cumbre del G7 que se desarrolla en Canadá, y lo hizo con una estrategia clara: reivindicar los derechos de los mexicanos en el exterior frente al endurecimiento migratorio y reposicionar a México como un interlocutor serio y soberano ante Estados Unidos y Canadá.
Invitada por el primer ministro Mark Carney, Sheinbaum llegó a Quebec con una agenda que prioriza la defensa de los trabajadores migrantes, el fortalecimiento de las remesas y la cooperación laboral, dejando en segundo plano las tensiones arancelarias.
“Vamos a defender dignamente a los mexicanos”, reiteró antes de su encuentro bilateral con Donald Trump, previsto para el 17 de junio.
La reunión con el mandatario estadounidense estará marcada por temas de alta sensibilidad: seguridad fronteriza, movilidad laboral y las condiciones del TMEC en un momento en que Washington redobla su ofensiva política con miras a afianzar su liderazgo regional.
A la par, Sheinbaum discutirá con Carney la ampliación del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales y mecanismos de cooperación económica con enfoque de justicia social.
Lejos de la retórica, la mandataria mexicana busca traducir su política exterior en compromisos concretos.
La presencia de México en el G7, más que una cortesía diplomática, encarna un esfuerzo por reconfigurar la relación con sus socios estratégicos desde una lógica de corresponsabilidad y dignidad.
En los próximos días podrían anunciarse acuerdos puntuales en materia laboral, migratoria y comercial.