OPINIÓN | No más retrocesos: los derechos LGBTTTIQ+ no son negociables

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Por Andrea Serna Hernández, política y funcionaria del Gobierno de Michoacán

En un país donde ser quien eres sigue costando discriminación, rechazo e incluso la vida, no podemos permitir que el retroceso se disfrace de valores. Las recientes declaraciones del Partido acción Nacional (PAN) Michoacán, con su propuesta de ley por los llamados “Valores de la Familia”, deben preocuparnos y ocuparnos. Porque cuando se pretende legislar desde el prejuicio, lo que está en riesgo no es solo la educación: son los derechos humanos, la libertad, la democracia misma.

El argumento de “proteger a las familias” contra una supuesta imposición educativa es una falacia peligrosa. Lo que en realidad buscan es censurar contenidos que promueven el respeto a la diversidad, la igualdad de género, la educación sexual integral y la visibilidad de las identidades LGBTTTIQ+. No es una defensa de la niñez ni de las familias, es una embestida reaccionaria contra los avances que tantos años de lucha han costado.

Y es necesario decirlo con claridad: la diversidad también es familia. Las infancias y adolescencias trans existen. Las niñas con dos mamás o los niños con dos papás existen. Las y los jóvenes que descubren su identidad u orientación sexual necesitan más información, más cuidado, más derechos. No menos.

No podemos seguir permitiendo que desde espacios institucionales se intente imponer una visión única, excluyente, heteronormada de lo que es una vida digna. Defender los derechos de la comunidad LGBTTTIQ+ no es ideología: es humanidad. Es Estado de derecho. Es garantía de que todas las personas, sin importar a quién amen o cómo se identifiquen, puedan vivir libres de violencia y con acceso pleno a sus derechos.

Frente a esta arremetida conservadora, no basta con indignarnos. Desde el gobierno, desde las instituciones, tenemos la obligación de responder con firmeza. Porque esto no es un debate de opiniones. Es una disputa por los derechos. Y no vamos a permitir que la educación se convierta en el campo de batalla donde se silencien cuerpos, experiencias y realidades.

A quienes dicen que se sienten incómodas o incómodos con la inclusión de contenidos con perspectiva de género en las escuelas, les pregunto: ¿se sienten igual de incómodas o incómodos con los embarazos adolescentes? ¿Con la violencia contra niñas y adolescentes? ¿Con el suicidio de juventudes LGBTTTIQ+ que crecen sintiéndose solas, solos, rotas, rotos, rechazadas, rechazados? ¿O solo se incomodan cuando se habla de libertad?

Es legítimo que las familias participen en la educación, pero no para vetar derechos. La escuela pública es un espacio de construcción colectiva, no de imposición moral. Lo que necesitamos es más educación con enfoque de derechos humanos, más espacios seguros para la niñez y la adolescencia, más políticas públicas que reconozcan y protejan todas las formas de ser y de amar.

En Michoacán, cada vez más municipios se suman a la visibilización de las diversidades sexogenéricas. Paracho, por ejemplo, con cuatro años consecutivos de marchas del Orgullo, está demostrando que incluso en contextos donde el machismo y los dogmas religiosos han marcado profundamente las estructuras sociales, la transformación es posible. Eso es lo que deberíamos estar celebrando y fortaleciendo desde lo público.

Desde la Secretaría del Bienestar del Estado lo decimos fuerte y claro: no vamos a callar ante quienes quieren retroceder en derechos. No vamos a ceder ante una narrativa que pretende imponer el miedo y el control en nombre de una moral única. Nuestro compromiso es con todas, todos y todes. Porque no puede haber bienestar si seguimos permitiendo que unas vidas valgan más que otras.

A las personas de la diversidad sexual y de género, a las juventudes, a las infancias que comienzan a preguntarse quiénes son: no están solas. No vamos a permitir que su existencia se silencie en los libros, ni en las aulas, ni en la vida pública. Lo decimos con convicción: la dignidad no se negocia. La transformación no es real si no es diversa. Y no hay justicia sin memoria ni resistencia.

Este mes del Orgullo es una oportunidad para mirar cuánto hemos avanzado y todo lo que aún falta por hacer. Para recordar que ninguna conquista ha llegado sin incomodar. Y que incomodar, en estos tiempos, es más necesario que nunca.

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