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La comunidad purépecha de Tzintzuntzan, Michoacán, celebra con fervor las festividades en honor al Señor del Rescate, una tradición que se remonta a más de cuatro siglos.
Esta celebración, instituida por Don Vasco de Quiroga, se lleva a cabo ocho días antes del Martes de Carnaval y congrega a miles de peregrinos de diversas regiones.
La devoción al Señor del Rescate tiene sus raíces en una epidemia de viruela que azotó la región lacustre a finales del siglo XVII.
Según relatos históricos, durante la crisis sanitaria, el guardián del convento franciscano elevó una plegaria ante una imagen de Cristo, implorando por el cese de la enfermedad.
Milagrosamente, la peste desapareció, y desde entonces, la comunidad ha rendido homenaje al Señor del Rescate en agradecimiento.
Las festividades incluyen una serie de actividades religiosas y culturales.
Desde el 16 de febrero, inició un novenario con procesiones diarias, donde una réplica del cuadro original del Señor del Rescate recorre la avenida principal de Tzintzuntzan, mientras que la imagen original permanece en el atrio de Los Olivos.
El día principal, hoy 25 de febrero, comenzó con una alborada a las cinco de la mañana, seguida de misas solemnes, confirmaciones y primeras comuniones.
Una de las tradiciones más emblemáticas es la “Danza del Señor del Rescate”, que simboliza la lucha entre el bien y el mal.
En esta representación, jóvenes vestidos con túnicas blancas y capas rojas, portando coronas, personifican figuras angelicales, mientras que otros participantes, conocidos como “changos”, representan fuerzas malignas.
La danza se desarrolla en las calles y plazas del pueblo, acompañada de música tradicional purépecha.
La organización de la fiesta está a cargo de los cargueros y mayordomos, matrimonios que celebran 25 años de casados y que, como muestra de gratitud por favores recibidos, coordinan las actividades festivas.
Esta labor es apoyada por donaciones de la comunidad local y de migrantes que contribuyen económicamente para la realización de los eventos.
Texto y fotos: Iván Villanueva/Contraluz
