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La fotografía de un niño de Gaza reducido a piel y huesos, sostenido por su madre en una tienda improvisada, ha estremecido al mundo.
Es el rostro de la crisis humanitaria que asfixia a la Franja tras casi 10 meses de ofensiva israelí, donde más de 59 mil personas han muerto, la mayoría civiles. El bloqueo a la ayuda humanitaria ha vuelto imposible la alimentación básica para cientos de miles de personas desplazadas.
Organismos internacionales advierten que el hambre ha alcanzado niveles “mortales”. El último informe del consorcio IPC indica que el 93 % de la población gazatí vive en condiciones de crisis, emergencia o catástrofe alimentaria.
Los lanzamientos aéreos de víveres no han sido suficientes. La ONU y otras organizaciones alertan que el método es ineficaz, costoso y pone en riesgo vidas.
La madre del niño, Hedaya al-Muta, narra que perdió a su esposo en la guerra y que ya no tiene cómo alimentar a su hijo. La imagen fue captada por el fotoperiodista Ahmed al-Arini, quien describió la escena como “una tumba viva”.
El hambre en Gaza se ha convertido en arma de guerra. Mientras los gobiernos discuten mesas de paz y condiciones para ceses al fuego, la población civil enfrenta el colapso total de su existencia cotidiana.
