
El uso prolongado de teléfonos móviles está provocando un incremento en padecimientos físicos entre la población, especialmente en jóvenes.
Trastornos como el síndrome del túnel carpiano, la tendinitis de Quervain y la fatiga visual digital están asociados directamente al uso repetitivo del pulgar, la exposición prolongada a pantallas y la postura encorvada al mirar el dispositivo.
La Academia Americana de Oftalmología recomienda aplicar la regla 20-20-20 para reducir los efectos en la vista: cada 20 minutos, mirar algo a 20 pies de distancia durante 20 segundos.
Además, se ha identificado una relación directa entre el uso intensivo de dispositivos móviles y el aumento de la miopía, particularmente en adolescentes.
La postura al utilizar estos aparatos también genera presión excesiva sobre la columna cervical, causando el llamado “cuello de texto”, asociado a dolores crónicos y alteraciones en la curvatura espinal.
Los trastornos del sueño, impulsados por la luz azul de las pantallas, agravan el problema.
En el plano mental, los efectos tampoco son menores: la concentración y la memoria se ven deterioradas por la multitarea constante, mientras que el apego psicológico al dispositivo puede derivar en nomofobia, el miedo irracional a estar sin teléfono.
A ello se suman las advertencias de la OMS sobre las ondas electromagnéticas como posibles carcinógenos. La evidencia no es concluyente, pero se recomienda moderar la exposición, especialmente en niños.