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Con motivo de su 40 aniversario, el legendario Studio Ghibli celebra cuatro décadas de haber redefinido la animación desde Japón con una propuesta estética y narrativa que ha cautivado al mundo.
Fundado en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, el estudio ha sido reconocido por obras maestras como “Mi vecino Totoro” y “El viaje de Chihiro”, película que le valió su primer premio Óscar.
Su segundo galardón llegó con “El niño y la garza” en 2024, consolidando su lugar como uno de los referentes mundiales del cine animado.
Pero la influencia de Ghibli no se limita a su belleza visual. Las películas del estudio han sido vehículo para abordar temas complejos como el dolor, la muerte, el cambio climático o los conflictos humanos, en tramas donde la naturaleza y lo espiritual ocupan un lugar central.
Obras como “Nausicaä del Valle del Viento” y “La princesa Mononoke” son ejemplos contundentes del compromiso político, ambiental y filosófico de sus creadores.
Para académicos y especialistas, como Susan Napier y Miyuki Yonemura, el secreto de Ghibli está en su capacidad para mostrar la ambigüedad de la vida.
En sus historias no hay héroes ni villanos absolutos, sino personajes profundamente humanos que crecen en mundos donde el dolor y la belleza coexisten.
El legado del estudio reside en su universalidad, alimentada también por influencias literarias occidentales y un respeto profundo por las tradiciones japonesas.
Con Hayao Miyazaki cerca del retiro, el futuro del estudio es incierto. Sin embargo, su influencia perdura en generaciones de artistas y espectadores que siguen viendo en Ghibli un universo donde la animación se convierte en una forma de pensar, de sentir y de ver el mundo con otros ojos.
