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Estados Unidos anunció su retiro de la Unesco al considerar que la agencia de la ONU sostiene un sesgo contra Israel y promueve agendas divisivas ajenas al interés nacional.
El Departamento de Estado, bajo la presidencia de Donald Trump, formalizó la salida; el organismo lamentó la decisión.
La medida revive un patrón oscilante. Trump ya había retirado a Washington en 2017; el gobierno de Joe Biden restituyó la membresía y los pagos. Ahora la retirada vuelve a tensar la relación. Antes, en la década de 1980, Ronald Reagan también se apartó alegando corrupción y sesgo prosoviético; George W. Bush reingresó años después.
Entre las críticas actuales figura la admisión del Estado de Palestina como miembro pleno, decisión que, según la vocera Tammy Bruce, alimentó retórica antiisraelí.
Washington objeta además la orientación de la Unesco hacia agendas globalistas ligadas a sostenibilidad y políticas culturales consideradas ideologizadas.
La Unesco, cuya misión abarca educación, cooperación científica y resguardo del patrimonio mundial (de la Gran Barrera a las Pirámides), enfrenta la pérdida de la aportación estadounidense, hoy cercana al ocho por ciento de su presupuesto.
El retiro amenaza programas en curso y reabre el debate sobre multilateralismo cultural en tiempos polarizados.
