0
0
La ofensiva militar israelí en Gaza, que suma ya nueve meses ininterrumpidos, ha derivado en una catástrofe humanitaria de proporciones históricas.
Desde octubre de 2023, el número de víctimas mortales supera las 55 mil personas, en su mayoría mujeres, menores de edad y población civil, de acuerdo con cifras de autoridades locales y organismos internacionales.
Médicos Sin Fronteras y agencias de la ONU han denunciado no sólo el colapso total del sistema de salud, sino también los ataques deliberados contra hospitales y la imposibilidad material de hacer llegar ayuda humanitaria a una población sitiada.
Más de dos millones de gazatíes viven actualmente en condiciones de desplazamiento forzado, sin acceso estable a agua, alimentos ni medicamentos básicos.
En este contexto, ha emergido la Marcha Global hacia Gaza como una de las expresiones más visibles de solidaridad internacional.
La movilización, que partió a pie desde El Cairo rumbo al cruce fronterizo de Rafah, busca visibilizar el asedio e interpelar directamente al gobierno egipcio para que permita el ingreso de ayuda.
Activistas de más de 30 países se han sumado a la iniciativa, incluidos contingentes mexicanos de colectivos feministas, indígenas y estudiantiles, que han realizado protestas y actos simbólicos en embajadas, universidades y plazas públicas.
Estas acciones se integran a una ola de manifestaciones en ciudades como Berlín, Estambul, Madrid, Santiago de Chile y Buenos Aires, donde miles exigen el fin inmediato de los bombardeos y la apertura urgente de un corredor humanitario.
Las marchas internacionales han dirigido sus exigencias tanto a organismos multilaterales como a gobiernos que continúan respaldando al régimen israelí, señalando su complicidad ante lo que organizaciones jurídicas y de derechos humanos describen ya como un genocidio en curso.
Las demandas incluyen la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, sanciones efectivas y el cese inmediato de toda cooperación militar. Pese a la creciente presión social, ni Estados Unidos ni la Unión Europea han adoptado medidas concretas para frenar la violencia.
La Marcha Global se consolida así como un símbolo de resistencia civil frente a la impunidad y el silencio institucional. Mientras el cruce de Rafah permanece cerrado —impidiendo incluso el paso de ayuda médica y alimentaria—, la destrucción sistemática del territorio palestino avanza con el aval de un orden internacional incapaz de actuar, cada vez más desacreditado por su doble rasero en materia de derechos humanos.
